Por: Mario Arturo Hernández Callejas*

De acuerdo con lo que se vio en la clase del Seminario de Bioética, aprendimos que la noción de «inmanencia» en Deleuze no concibe la vida como una propiedad individual, sino como un flujo impersonal que atraviesan la existencia y los acontecimientos. Es decir, la vida no se reduce a la conciencia subjetiva de un tiempo y un espacio, ni a la organización cronológica de una agenda existencial, sino que se despliega como un plano en el que todo cambio y devenir ocurren sin necesidad de una instancia exterior. Para complementar esta idea, acudiremos al Diccionario Akal de filosofía, para entender la palabra inmanencia: “término que suele utilizar en posición al de «transcendencia» para indicar el modo en que Dios se considera presente en el mundo”[1].

De este modo, la vida no se reduce a su identidad individual, sino se manifiesta como pura potencia de vivir; incluso en su fragilidad. Siendo así, Deleuze se aleja de las concepciones tradicionales que vinculan la vida con la consciencia o con el sujeto mismo, ya que la vida no es propiedad de un sujeto ni depende de la consciencia individual. Es más, la vida está abierta al campo de experiencias, aunque no exista un «sujeto consciente» que las experimente.

La bioética suele preguntarse por el valor de la vida, sus límites y las formas de cuidarla. Ahora, si mantenemos en diálogo con Deleuze, la vida no se concibe como un mero hecho biológico ni como propiedad del individuo, sino como pura inmanencia, en la que cada ser participa de la potencia de existir. Desde esta perspectiva, la bioética adquiere un matiz diferente, cuidar la vida, pero no significa prolongarla o gestionarla, sino, respetar la singularidad de los modos de vivir. En este sentido, la ética se entiende que la vida no debe subordinarse a trascendencias, ya sean «religiosas» o morales, lo que significa que la vida no depende de nada exterior a ella. De modo que, no es necesario recurrir a Dios, ni en un sistema moral trascendente que justifique su presencia en el mundo.

Para entender esto es necesario diferenciar los conceptos de «trascender», «trascendental» y «trascendencia». Primero, transcender, significa ir más allá o sobrepasar un límite en términos existenciales. Por ejemplo, la idea de la muerte como promesa, tiene como continuidad más allá de la existencia terrenal. Segundo, trascendental, significa que las condiciones a priori hacen posible la experiencia y el conocimiento se den, las cuales no dependen de los objetos mismos. Tercero y último, la trascendencia significa aquello que se sitúa más allá de la experiencia, especialmente un sentido metafísico.

Por último, es importante diferenciar los conceptos de «Inmanencia» y «Gaia» en sentido bioético. Por un lado, la Inmanencia se entiendo como el plano en el que la vida se afirma a sí misma; es decir, sin depender de una causa exterior ni de un fin trascendente. De este modo, todo lo que existe participa en ese mismo campo de existencia, por lo que no es necesario recurrir a Dios ni a ninguna autoridad externa para justificar o responsabilizar las acciones o los comportamientos que hace el individuo, por lo que la vida exige autonomía y responsabilidad personal y no culpar a un tercero, como Dios. Por otro lado, la Gaia, ser vida, en sentido filosófico, nos da a entender que la vida no nos pertenece, es más, nosotros pertenecemos a ella. Por lo que las decisiones y actividades humanas que impactan en todo el planeta son inmanentes lo que implica asumir la responsabilidad del impacto o consecuencias que pueden llegar a tener, ya sea la explotación animal, la contaminación, la protección de los ecosistemas, el cuidado al agua y aire en la Gaia.

Nota 6 de la clase 17 de septiembre de 2025


[1] Audi, Robert (ed). (2004). Diccionario Akal de filosofía. España, Madrid: Akal. p. 539.

* Mario Arturo Hernández Callejas es estudiante de la licenciatura en Filosofía e Historia de las ideas de la UACM. Este texto fue escrito para el seminario de Bioética durante el semestre 2025 -II impartido por Roxana Rodríguez Ortiz.


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