Por: Alexis Bautista Piña1

Podría parecer que se trata de un escrito íntimo, pero el propósito es abordar un acontecimiento profundamente personal que transformó de manera decisiva mi perspectiva sobre la forma en que habito mi ser-vida. El miércoles 10 de septiembre de este año iniciaba como un día ordinario. Asistí a mi clase de bioética, en la cual analizamos las “palabras desnudas”, un tema que desconocía y que me dejó reflexionando.

Ese día regresé a casa siguiendo mi rutina habitual. Saludé a mi familia, en especial a mi cuñado y a su hija, junto con el bebé de mi sobrina. Salieron a comprar un regalo para el bebé y se despidieron sin saber que esas serían las últimas palabras que intercambiaríamos. Minutos después, mientras comenzaba a realizar mis tareas, ocurrió lo inesperado: una pipa de gas de la empresa Silza se volcó en el puente vehicular situado junto al Metro Santa Martha, conocido como “El Puente de la Concordia”, provocando un incendio de gran magnitud que afectó a numerosas personas, entre ellas a mi propia familia. El accidente me arrebató a una de las personas que más he querido en la vida.

Al enterarnos de que nuestros familiares se encontraban en el lugar del siniestro, emprendimos su búsqueda inmediatamente hasta localizarlos. Esa noche permanecí con mi sobrina en el Instituto Nacional de Rehabilitación, en Tlalpan, sin saber que en ese mismo lugar se hallaba también el cuerpo sin vida de mi cuñado Misael, a quien me correspondió reconocer. Mi hermana, madre de mi sobrina Tiffany, se trasladó a ver al bebé al Hospital Pediátrico de Tacubaya. Fueron días difíciles y profundamente dolorosos que me tocó vivir y enfrentar con la mayor entereza posible.

Durante el mes y once días que mi sobrina permaneció hospitalizada, reflexioné profundamente sobre múltiples cuestiones: el sentido de nuestra presencia en un mundo lleno de acontecimientos desafortunados; la manera en que he habitado mi ser-vida y si así lo he querido habitar, mi constante preocupación por el futuro familiar; mi empeño en trabajar para apoyar a los demás; y mi tendencia a callar mis pensamientos en lugar de expresarlos con honestidad.

Estas ideas me acompañaron durante todo ese periodo, hasta que finalmente ocurrió aquello que todos temíamos: mi sobrina falleció, convirtiéndose en la víctima número treinta y dos del accidente. Su partida representó un golpe de realidad que marcó profundamente mi vida, tras lo ocurrido me puse a cuestionarme en cómo realmente quiero habitar mi ser-vida,  me di cuenta que no he valorado mi existencia, solo veía el querer tener una vida mejor para alcanzar el éxito, pero nunca me puse a pensar que si es como quería realmente habitarla.

Este proceso me llevó a pensar en la manera en que se reconstruye el ser-vida después de un acontecimiento traumático. A partir de ello, he decidido desnudar mis palabras: ser más claro, preciso y honesto conmigo mismo. La filosofía y, en particular las clases de bioética, me han enseñado a reconocer mi vulnerabilidad, a reflexionar con mayor profundidad y a replantear el modo en que deseo continuar mi existencia. Expresar lo que pienso, lo que me emociona, reconocer a los demás y valorarlos, entendiendo que nunca sabemos si será la última vez que los veremos; asumir que los afectos vividos durante este tiempo son válidos y forman parte de mí y que deseo moldearlos con sinceridad, sin disfrazarlos.

La tragedia me llevó a realizar un análisis más profundo y a reconocer que, durante mucho tiempo, he vivido en un estado de autoinmunidad emocional: una forma de atacarme a mí mismo con exigencias, expectativas y una constante presión por alcanzar un futuro idealizado. Comprendí que no necesito sostenerme en esa lógica de autoagresión ni vivir en función de un éxito que siempre parece postergado. Más que aspirar a lo que verdaderamente necesito es revalorizar la vida, habitar cada instante con plena conciencia, como si fuera el último. La muerte llegará tarde o temprano, y todo aquello que planeamos puede no concretarse. Lo único que realmente deseo es vivir con serenidad, sin convertirme nuevamente en mi propio enemigo.

  • Rodríguez Ortiz, R., & Arteaga Conde, E. (Eds.). (2020). Tensiones y porosidades, fronteras que resignifican la vida (1ª ed.). Editorial ITACA
  • Borradori, G. (2003). La filosofía en una época de terror: Diálogos con Jacques Derrida. Santillana Ediciones Generales, S. L.

  1. Alexis Bautista Piña es estudiante de la licenciatura en Filosofía e Historia de las ideas de la UACM. Este texto fue escrito para el seminario de Bioética durante el semestre 2025 -II impartido por Roxana Rodríguez Ortiz. ↩︎

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