Por Mario Arturo Hernández Callejas1
En este texto, Nancy escribe sobre su propia experiencia al recibir un trasplante de corazón, pero lo hace desde una mirada ontológica y ética que trasciende lo meramente médico: Nancy no narra desde una mirada de historia clínica, sino una interrogación sobre lo que significa «tener un cuerpo». Además, describe el trasplante como un acontecimiento radical en su existencia, el que lo ajeno se introduce en lo propio; es decir, de ahí surge la figura del «intruso», aquello que irrumpe, desestabiliza y pone en crisis a la identidad del sujeto.
Desde una perspectiva bioética, hemos visto y reflexionado que la identidad ontológica busca responder a las preguntas sobre «qué es el ser» y «quién es el ser». ¿Soy yo o el corazón que late en mí? El intruso enfrenta a una interrogación profunda sobre los límites entre el yo y el otro, entre lo natural y lo «artificial», entre la vida y su prolongación técnica. La experiencia del trasplante hace visible que el cuerpo humano ya no puede concebirse como una propiedad individual o cerrada, sino como un lugar de apertura, de exposición y de relación constante con lo extraño.
De este modo, Nancy muestra que el cuerpo no es una posesión, sino una existencia compartida, que siempre se encuentre vulnerable y dependiente del otro; es decir, reconocer esta condición implica abrirse al otro con generosidad y humildad, y no desde la ignorancia propia y ajena. Siendo así, la lectura nos permitió comprender que la bioética no solo se ocupa de dilemas médicos o «normativos», sino que también de las transformaciones ontológicas del ser humano en una era en donde la técnica interviene directamente en la vida.
A partir de la experiencia de Nancy, comprendemos que la bioética debe intervenir no solo en la preservación del cuerpo biológico, sino también en el cuidado de la vida interior, de aquello que hace posible la existencia del ser. El trasplante se convierte entonces en una metáfora de salvación, el ser se mantiene con vida gracias al corazón de otro. Por ello, surge una pregunta que le inquieto, ¿por qué «yo» sobreviví y el otro no? Cuando Nancy se refiere a «el otro no», alude a su amigo Jacques Derrida, con quien compartió una profunda amistad y un diálogo filosófico que marcó intensamente las obras de ambos. En esta relación, Nancy no solo reconoce la cercanía humana, sino compartieron una actitud ante la vida o el ser vida que se presenta cada uno.
Nota 10 de la clase 15 de octubre de 2025
- Mario Arturo Hernández Callejas es estudiante de la licenciatura en Filosofía e Historia de las ideas de la UACM. Este texto fue escrito para el seminario de Bioética durante el semestre 2025 -II impartido por Roxana Rodríguez Ortiz. ↩︎

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