Por Rafael García García*
Presentación de tesis
Quiero empezar este examen retomando tres elementos que le otorgan una forma, una dimensión y un acento a la tesis que lleva por nombre Narrativas Filosóficas El presente de la filosofía dichos elementos son los siguientes: 1) la hipótesis 2) la metodología y 3) las conclusiones. El motivo por el cual los he elegido es para mostrar de una manera simple pero efectiva el punto de partida y el destino en donde desemboca la escritura filosófica.
Las hipótesis es resultado de incontables horas de lectura y de una observación que me permitió germinar una idea que abarca a las diferentes formas de hacer filosofía, porque en efecto, el quehacer filosófico se adentra en los confines de lo polifacético. A modo de ejemplo, se puede hablar del Poema de la naturaleza de Parménides de Elea y del Mito de la caverna de Platón; como también de la Crítica del juicio de Kant y de la Enciclopedia de las ciencias filosóficas de Hegel; actualmente uno se puede encontrar con las Geontologías. Un réquiem para el liberalismo tardío de Povinelli y con la Ecología oscura de Morton. Estas obras son parte de lo que se ha venido escribiendo hasta ahora en filosofía, por lo que fui confirmando la idea sobre el quehacer filosófico en tanto que es una labor múltiple y diversa.
Expresar en unas pocas palabras una tradición con más de dos siglos y con innumerables obras es una tarea imposible, por ese motivo he preferido formular una hipótesis que sea adecuada al quehacer filosófico, quedando de la siguiente forma: Las narrativas filosóficas son una perspectiva abierta a la pluralidad de tendencias epistemológicas, ontológicas y estéticas. Sin precipitaciones, esta hipótesis a primera vista pretende englobar la tradición filosófica, claudicando en su intento. Pero si nos tomamos un tiempo para comprender los partes que componen esta idea nos llevaremos la grata sorpresa de que no se trata de concebir a la filosofía desde la totalidad, sino pensarla desde la diferencia.
Pero no solo se trata de pensar a la filosofía como un simple despliegue de la teoría ya que es necesario poner en juego al logos por medio de las acepciones que se le atribuyen, como lo son el habla, la palabra, el razonamiento, el discurso o la profesión. Estas acepciones parten del mismo lugar, pero difieren en espacio y tiempo debido a que la exteriorización de una idea pasa por momentos distintos: de la concepción ideal se traduce al habla; la palabra oral se inscribe en palabra escrita; se dona un texto que resguarda un discurso para proferirlo en un futuro. Por eso reitero que una de los aspectos más destacables del quehacer filosófico es la escritura: hay que escribir lo que se piensa y se tiene que pensar el qué y el porqué de esa escritura.
Continuando con lo anterior, las narrativas filosóficas se derivan de dos disciplinas que son la literatura y la filosofía ya que ambas utilizan a la escritura como el medio por que se mantienen a la espera de un lector, un intérprete, de alguien a quien interpelar. Por eso Jacques Derrida nos habla de unos márgenes difusos, indiscernibles e incluso de traslapamiento. De ahí que, adopte la idea de que las fronteras entre la filosofía y la literatura tienen aberturas, fisuras y porosidades en donde el logos y la ficción trasminan el territorio vecino. Esto implica que, una perspectiva abierta a la pluralidad nos permita apreciar las distintas formas y estilos de filosofar, sin denostar a ninguna, a la vez que la sorpresa también aparece como otro aspecto destacable del quehacer filosófico.
Sobre las tendencias epistemológicas, ontológicas y estéticas en el presente que menciono en la hipótesis las retomo de las obras recientes a causa de que en ellas se aproximan ramas de la filosofía que se estudian por separado. El origen del conocimiento y la búsqueda de la verdad inciden ahora en el sentido de nuestra existencia. Las posibilidades de que habitemos este mundo, pero ningún otro, provoca que dispongamos de nuestro propio juicio para ordenar nuestro entorno desde lo sublime hasta la brutalidad. Además, las condiciones de existencia actuales nos impulsan a expresar el presente con matices de violencia y obscuridad.
Las tendencias epistemológicas si bien recuperan elementos de la teoría del conocimiento, se enfocan más en los sistemas de pensamiento con sus argumentos y propósitos propios. En otras palabras, los principios del conocimiento humano y los límites de la razón son asuntos imprescindibles para comprender a la filosofía como una disciplina que requiere bastantes lecturas y profundización sobre la cuestión del saber. Sin embargo, las tendencias epistemológicas a las que me refiero reflexionan acerca de las formas didácticas sobre la enseñanza de la filosofía, además de las condiciones materiales en las que se aprende a filosofar. Un ejemplo concreto de esto es el testimonio que nos brinda Marina Garcés en su libro titulado Fuera de clase: cuando ella aun estudiaba el doctorado tuvo una experiencia amarga, ya que uno de los profesores que impartía clases de posgrado en la Universidad de Barcelona leyó los avances de su investigación y juzgó que su texto parecía haber sido escrito por un hombre, comentario que al llegar a los oídos de Marina le provocaron decepción y se sintió fuera de lugar respecto a la academia y las personas que la integran.
Las tendencias recientes sobre la ontología son de algún modo una crítica a la pregunta fundamental de la que habla Martin Heidegger, debido a que él y su cuestionable postura política apuntan a un logocentrismo nihilista. El Dasein como un parámetro de la existencia auténtica relega a toda persona que no se haga la pregunta ¿por qué el ser y no la nada?; a quien no se dedica a comprender al lenguaje poético como la evidencia más alta de la existencia humana; a quienes no construyen al mundo desde la idealidad. Ante ese panorama, Los hongos de fin del mundo de Anna Tsing y las Geontologías de Elizabeth Povinelli son contrapropuestas al solipsismo logocéntrico heideggeriano porque toman en cuenta a los otros, incluidos a los no-humanos dentro de las reflexiones filosóficas con las que se comprende los sucesos del presente.
En el caso de las tendencias estéticas es necesario señalar que relacionan con las tendencias ontológicas debido a que lo catastrófico y lo siniestro tiñen el presente de obscuridad. El tono apocalíptico adoptado en filosofía que nos menciona Jacques Derrida ha tomado forma en diversas obras en las últimas dos décadas con un discurso distópico como lo es el Transhumanismo y un futuro inerte como lo sugieren los estudios posthumanos. La catástrofe y lo siniestro son más que categorías estéticas ya que han instaurado un relato llamado Antropoceno con el que conjuntan datos científicos y una mitología sobre lo que está pasando en este presente continuo en nuestro mundo común. Es por eso que, en algunas obras recientes en filosofía hay una convergencia de ideas sobre el fin del mundo.
El segundo elemento que mencioné al principio es la metodología que he empleado para desarrollar la tesis, la cual proviene de dos fuentes: la primera es la categoría de plasticidad planteada por Catherine Malabou y la segunda es la propuesta de la filosofía ficcional de Roxana Rodríguez. En ambas hay una herencia derridiana que es necesario destacar. Para Malabou la plasticidad consiste en la capacidad que tiene el origen para transformar o cambiar de forma, por eso se puede decir que la filosofía y su escritura poseen flexibilidad, capacidad de amoldamiento, a la vez que carecen de una forma predeterminada para pensarse. Esta idea de la plasticidad no se limita a una estrategia deconstructiva ya que se encamina a lo que Derrida reconocía como el don: un obsequio inesperado e inquietante para quien lo porta. Lo inesperado adviene cuando de las experiencias se derivan pensamientos que desbordan lo empírico para adentrarse en lo trascendental como lo es la idea de acontecimiento. Lo inquietante es el modo en cómo la inmaterialidad del pensamiento filosófico llega a inscribirse en forma de escritura a través de un timbre, un estilo y una firma. Por eso Catherine Malabou plantea que el surgimiento de las ideas puede figurarse como una gestación para dar a luz un pensamiento diferido que se externa por medio de una confesión.
Para Roxana Rodríguez la filosofía ficcional versa sobre una escritura que se disemina en formas diferidas de inscripción, recuperando la idea de Derrida acerca de la posibilidad de lo imposible: aventurarse en la odisea de filosofar. En ese sentido, preguntarse por los estilos de escritura que han estado presentes en la tradición filosófica promueve la capacidad creativa para inscribir pensamientos filosóficos en un estilo propio de escritura. En este punto hay una convergencia con Malabou hacia el don, ya que se trata, otra vez, de lo inesperado: la imposibilidad del acontecimiento de escritura por venir. Una inscripción que está a la espera para interrumpir al logocentrismo de los apologistas de lo greco-europeo. De ahí que Roxana Rodríguez retome la iniciativa derridiana para practicar un necesario recomienzo en la aventura del logos.
Tomando en cuenta sus ideas he propuesto que la filosofía puede ser apreciada como un monumento desfigurado del que se desconoce su figura ideal; del mismo modo no se tiene claro cuáles son sus amalgamas, prótesis y mutilaciones. En ese sentido, para comprender a la filosofía en tanto que es una figura deforme he retomado la categoría de huellas empleadas por Jacques Derrida y he utilizado el término de pistas como la posibilidad de desencriptar una filosofía que está en el futuro. Las huellas como una custodia y las pistas como una filosofía por venir han sido funcionales para poder desplegar una escritura diferida ya que la plasticidad, la ficción y la figuración son momentos distintos de la posibilidad de lo imposible: ejercer el don de filosofar.
En las dos fuentes ya mencionadas hay un recurso que es la artificialidad como una dimensión en la que se pone en juego la escritura, la expresión filosófica y una mirada retrospectiva de la tradición. Este suplemento aporta a las huellas y a las pistas más movimientos helicoidales en un vaivén de indecidibilidad entre una perpetuación y un recomienzo diferido. Sin embargo, entre realizar una exégesis y la apuesta por pensar de otro modo, hay un aspecto que he señalado en el ensayo I y es lo que Karl Jaspers llama naufragio de la fantasía. Por lo que se tiene que proceder con cautela para no confundir las ensoñaciones con el pensamiento creativo, lo cual implica reconocer en la imaginación la potencia misma que tiene la figuración en tanto que es una actividad ficcional.
Continuando con lo anterior es acertada la observación que indica Catherine Malabou al decir que el pensamiento se despliega y se contrae en dos dimensiones: el discursivo y el figural. En consecuencia, se reitera la inmaterialidad del lenguaje y la posibilidad de experimentarlo. Aunque suene a contradicción no lo es, debido a que es la desfiguración de la noción clásica de razón, en un movimiento que desborda las nociones más elementales de sentido. Entonces, ¿qué es lo que diferencia a la filosofía de la fantasía y de la locura? ¿es acaso la razón buscándose a sí misma? ¿o quizá será el pensamiento que transita por diferentes estados de figuración? Heidegger nos dice que Hölderlin fue tocado por los rayos del dios Apolo y que por esa causa su palabra poética revelaba una función primordial del lenguaje, motivo por el que cayó en la locura.
Si la poetización de la palabra es la más inocente de las acciones y al mismo tiempo es la más peligrosa de las ocupaciones, ¿qué se puede esperar de la escritura? Ante esta pregunta, vuelvo a la filosofía ficcional de Roxana Rodríguez para retomar su idea de una escritura que se disemina en diferentes direcciones. Pero esos destinos al ser difusos son alguna manera la confirmación de Jaspers acerca de la idea del naufragio, ya que son senderos para generar pensamientos filosóficos genuinos que se dirigen al desprendimiento y el descuido. La pérdida y el olvido como características principales de la filosofía para Jacques Derrida es la traducción de lo que Jaspers concibe como un fracaso en el intento de filosofar y su escritura. En otras palabras, la inapropiabilidad de pensamientos y su expresión escrita es una consecuencia del don, de ahí que la trágica muerte de Paul Celan sea resultado de la osadía de poetizar y escribir con un desenlace irrenunciable: el suicidio.
Antes de pasar al siguiente elemento considero que la plasticidad y la filosofía ficcional son procedimientos que permiten apreciar la pluralidad de tendencias epistemológicas, ontológicas y estéticas dentro de una disciplina bastante diversa para dar cuenta de verdades y de propuestas creativas en donde ya no existe una unidad objetiva dentro de la filosofía. En ese sentido, la escritura es una práctica necesaria para desplegar la figuración del pensamiento, que en determinado momento con-figura una tradición, pero que en una posterior diferenciación des-figura a esa herencia no con un rechazo ni con un desmontaje, sino mediante una estrategia que evidencia sus principios, sus métodos y sus fines. Escribir es la muestra más clara de la artificialidad del logos, no obstante, el don con su carácter inesperado e inquietante nos impulsa a seguir en esta aventura interminable.
Es tiempo de desplazarnos hacia el tercer elemento considerado en esta prueba: el destino, un porvenir con desconciertos. Las ideas con las que clausuro la tesis son un cierre temporal, ya que como ese término lo indica es un fin provisional. La perspectiva que se postula desde la heterodoxia hace hincapié en la coexistencia de diversas filosofías ya sea en la discusión o ya sea el diálogo. Desde luego, el abanico de tendencias epistemológicas, ontológicas y estéticas oscilan entre la continuidad de la tradición en una custodia o la apuesta por filosofar de otro modo que es un diferir. Esta disyuntiva me hace preferir la segunda opción para practicar una epistemología de la differ(a)nce: partir del margen para descentrar el logocentrismo.
Siendo así, el juego de la escritura por venir se adscribe a la indecidibilidad porque la filosofía de la diferencia no pretende ser una autoridad dictaminadora, ni tampoco ser una subordinada a otras instancias de validación. Por ese motivo el uso de papers, obstaculizan la posibilidad de filosofar y expresarlo desde el testimonio o el secreto marcado por un timbre, un estilo y una firma sin un destinatario al cual llegar. Un pensamiento filosófico y su expresión es una donación inapropiable, por ende, puede llegar a olvidarse, a estar en una espera indefinida hasta que el texto sea leído desde el anonimato.
Ese descuido de las y los pensadores ha hecho posible que se pueda pensar en una filosofía que mira hacia el pasado, en otra que da cuenta del presente y una tercera que apunta a un porvenir. Es por eso que, me pareció pertinente la idea de Marina Garcés sobre un ambientalismo filosófico, ya que una visión única sobre el conocimiento impide apreciar que los saberes son distintos también. Se enfocan en áreas distintas y como tal distintas son las aproximaciones a sus objetos de estudio, lo cual implica que para filosofar es necesario tener en cuenta una pluralidad transdisciplinaría. El ambientalismo filosófico de Garcés nos señala que en la enseñanza y la práctica de la filosofía hay simbiosis, depredación y parasitismo.
Dicho lo anterior, me inclino a pensar que hay que hablar con honestidad y decir que el discurso filosófico no es inocente, ya que se ha promulgado hasta el cansancio que la búsqueda de la verdad de la filosofía es un punto neutro, a la vez que se ha difundido que el lenguaje figurado es una actividad improductiva, cuando en realidad han sido las metáforas, las analogías, las hipérboles y las helicoidales las que han denunciado un uso restrictivo del lenguaje. Quizás sea el imperativo epistemológico de la polis griega el que haya difundido que el filósofo es la perfecta medida de la razón y de la autoridad, que dicta como profesar la palabra y cómo plasmar los textos. Ante esa situación el parricidio epistemológico es un antídoto contra esa desviación de mirar antes a la disciplina que a la persona, ya que ésta última tiene sus intenciones que enmascara con el velo de la sabiduría.
Jacques Derrida ya nos había hecho saber que hay acontecimientos que no han sido llevados a la palabra. Por eso, el futuro imprevisible que para él mismo intuyó hace más de dos décadas ahora nos presentan un panorama que especula sobre una condición póstuma y un presente caracterizado por la catástrofe. Es por eso que, la categoría de artificialidad es imprescindible para habernos preguntado ¿qué está pasando actualmente? En este punto la filosofía ficcional cobra sentido, ya que hay obras con las que establecí una relación entre especulación y el relato, entre la anécdota y la crítica.
La distopía del transhumanismo de Antonio Diéguez en vez de poner en tela de juicio las condiciones capitalistas de la vida, hace a un lado a la naturaleza para adoptar a la tecnología como un medio a nuestro alcance y asegurarnos un futuro artificial con ciborgs e inteligencias artificiales en una estética de la salvación y una ética de la carencia de índole postapocalíptica. El posthumanismo de Braidotti como mencioné en el desarrollo del ensayo III nos ofrece una crítica y el esbozo de una promesa para un mañana incierto delante de la fallida ventura occidental. Por eso nos planteó que el quehacer filosófico debe ser capaz de afrontar el advenimiento de nuevos conceptos que emergen en un presente cambiante e impredecible. De ahí que el futuro no sea más que un sueño por el hecho de que el tiempo que tenemos por delante nos mantiene a nosotros en la idea de que podemos prometer que el mundo de los que están por venir recibirán las mismas posibilidades que las nuestras. Sin embargo, me he inclinado a pensar que la superación de la fallida aventura occidental se ha quedado en una crítica interna, sin una alternativa que no sea la adopción de la posmodernidad o el encallamiento en el nihilismo.
La especulación inane de Quentin Meillassoux despliega es un juego en serie de silogismos hipotéticos para iniciar en una matematización de la naturaleza pasando por un póstumo mundo-sin-nosotros, con la intención de superar al correlacionismo y salir a un gran afuera, teniendo como finalidad instaurar un logos de la contingencia acerca de problemas inéditos, en la búsqueda de respuestas adecuadas, que desemboca en una cavilación sin un principio de razón humana. Sin premuras, su especulación se cierra en un círculo que nos recuerda al eterno retorno de lo mismo, pero sin el optimismo al estilo de Nietzsche. En consecuencia, este tipo de cavilaciones apuestan demasiado por una estricta racionalidad, aunque terminan infravalorando a la inteligencia de las que provienen.
Una mirada más realista de lo que nos sucede en este presente lo encontramos en el relato reflexivo de Anna Tsing al contarnos que los hongos matsutake proliferan en sitios precarios, mostrándonos que vivimos en un aparente mundo bajo nuestro control, cuando en verdad se confirma la idea de que habitamos un mundo devastado, sin embargo, la mayoría de las personas somos ciegas de estas ruinas capitalistas. Los intereses de las instituciones, los gobiernos, las industrias y de innumerables instancias se sobreponen a nuestra existencia individual, determinando las condiciones de vida desde el nacimiento hasta la muerte.
El relato del antropoceno deriva en reflexiones convergentes ya que Timothy Morton nos ha señalado que su Ecología obscura contiene dos elementos para señalarnos la crueldad de nuestro presente. La ecognosis es un término con el que se lleva a la palabra la extrañeza de un mundo tan burdo y violento, debido a que la historia de la vida es cataclísmica: los organismo que habitamos este planeta persistimos hasta ahora tras una infinidad de adaptaciones provenientes de otros seres vivos anteriores a nosotros, que han podido otorgarnos las características fisiológicas que nos distinguen, teniendo que sobrevivir entre depredadores y extinciones, invitándonos a comprender que no somos seres inocentes y llenos de paz. Por otro lado y a modo de suplemento está el nihilismo obscuro que reduce el sentido de la vida a la nada, sino que nos arrastra a aceptar lo inhóspito, cruel, banal, lo despreciable, en fin, de todo lo que se considera negativo para unos seres bípedos que no se quieren alejar del ensueño de lo humano.
Inesperadamente llegamos al principio, a la idea de que la filosofía puede desplegarse a través figuración, ya que Elizabeth Povinelli nos ofrece un término con el que incita a reflexionar acerca de nuestro presente. La geontologia sintetiza la materia no-viviente y a la ontología con la intención de dar cuenta de tres figuras con su respectivo imaginario. Dichas figuras que son el desierto, el animista y el virus son imágenes de un mundo inerte con el que Povinelli realiza una crítica interna de la cultura occidental, que de acuerdo con ella ya se escuchan los primeros acordes del ocaso de sus modelos de sociedad, de sus instituciones, de su cosmovisión y de su actividad emblemática: el discurso logocéntrico.
Cierro esta exposición, reiterando que la custodia de la tradición y la diferencia como un impulso para filosofar de otro modo son partes de una misma disciplina. Lo hago con el afán de no quitar el dedo del renglón sobre mi inquietud de cómo hacer filosofía y cómo se aprende a filosofar. Por eso he tenido la necedad de obsesionarme con su escritura. Baste por el momento este aventurado recorrido en una indescriptible amalgama de filosofas y filósofos que, con su profesión al interior de una labor interminable, acogen o rechazan mi punto de partida en el pensamiento de Jacques Derrida, en ese incesante comienzo y recomienzo de olvido y donación del propio filosofar.
* Rafael García García presentó la tesis “Narrativas filosóficas. El presente de la filosofía” el 18 de junio de 2024 en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Plantel del Valle. La tesis estuvo dirigida por Roxana Rodríguez Ortiz.

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