Por Ángel Celedonio Serrato*

Apreciable Paul Preciado. Antes que nada quiero decirte que eres muy valiente al pronunciarte públicamente sobre la transición transgénero a la que te sometiste. Cuando leí tu libro Yo soy ese monstruo que os habla me llené de valor para hablar de cómo habita el género un disminuido como yo. Puedo notar que hay coincidencias de vida entre tu estar en el mundo y el mío, pues ambos hemos sido despreciados por la sociedad, se nos ha socavado la libertad para habitar nuestro género como nos plazca.

En parte de tu discurso hacia la comunidad académica de l ´École  de la cause  freudienne   de Francia, mencionas que “como el simio Pedro el Rojo se dirigía  a  los científicos  yo me dirijo a ustedes  desde la jaula del hombre trans” (Preciado. 2020:18). En tu caso tú elegiste  tu jaula, pues mencionas que “nos hablas desde  la jaula escogida y rediseñada del hombre trans” (Preciado, 2020:21). Tú rompiste el paradigma ya establecido según el género con el que naciste, pues pudiste  salir del molde preestablecido  socialmente para una mujer. En mi caso, me ha ocurrido algo similar, aunque yo no llevé a cabo una transición de género, sí  me he enfrentado a varias dificultades para habitar mi género.

Muchas personas piensan que habitar el género masculino tiene ventajas  con respecto al género femenino, pues se considera que existen más posibilidades para que se desarrolle una persona desde el rol de la masculinidad, que dentro del feminismo, en  la sociedad. Sin embargo, cuando eres un disminuido esas “ventajas” no se ven tan claramente marcadas pues los disminuidos somos objeto de la discriminación a tal grado de que para la sociedad mexicana somos considerados parias. Esto lo vivimos desde pequeños, pues se nos discrimina por nuestro aspecto físico y nuestra anormalidad.

Al momento de querer encontrar pareja nuestra suerte no cambia mucho, pues nos resulta difícil encontrar a alguien que quiera compartir su vida con nosotros, precisamente porque las personas de nuestra sociedad piensan que vamos a ser una carga para ellas en lugar de formar un equipo. Sin duda hay muchas personas que nunca han convivido con una persona con discapacidad y por eso le tienen “miedo a lo desconocido.”

De disminuido a Monstruo, estimado Paul, te digo que me siento muy identificado contigo. Tú reflexionas que tenías que  encontrar una salida para no deambular entre lo femenino y lo masculino (Preciado. 2020:24). Al igual que como pasó contigo, antes  de  tu transición transgénero, la sociedad quiere  que yo habite una jaula con ciertas características  en la que no me siento a gusto; por eso tu texto  Yo  soy ese monstruo que os habla,  me dio las herramientas para  reflexionar  que los disminuidos tenemos mucho que decir a cerca  de nuestro estar en el mundo.

Valoro en demasía que haya filósofos disruptivos como tú  que son capaces de hablar sin tapujos a cerca  de la filosofía  de la diferencia, tu texto da voz a las personas que por circunstancias  de la  vida, no nos habíamos atrevido a dar cuenta de nuestra existencia en el orbe.

En tu obra, Testo yonqui refieres cómo inició tu periplo hacia la transexualidad. Comentas que te empezaste a aplicar testosterona en gel y que varias de tus amistades hicieron  la misma  transición, pero no tuvieron que pasar por el diagnóstico psiquiátrico que  los diagnosticara como  enfermos mentales (Preciado, 2008:47). No olvidemos que hasta hace no mucho tiempo se consideraba a la homosexualidad como un trastorno psiquiátrico, incluso en tu libro haces una reclamación a la comunidad científica a la que te diriges manifestando que para ellos tú eres un enfermo mental.

Quiero decirte Paul, que hasta en eso tenemos una coincidencia, pues al igual que tú, yo también he sido diagnosticado con un trastorno mental. Siendo justos, tu situación no tiene nada que ver con enfermedades mentales, porque la homosexualidad y lo transgénero no tiene nada que ver con disfunciones mentales, pero coincido contigo en que a los monstruos y a los disminuidos se nos pretende señalar debido a nuestras circunstancias de vida y a nuestras diferencias como lo son una enfermedad motriz o nuestras preferencias sexuales.

Ángel Celedonio Serrato

Antes de despedirme quisiera decirte que tus textos me han servido para reafirmar mi estar en el mundo y que a partir de ellos he encontrado una oportunidad inigualable para teorizar a cerca de la discapacidad en distintos ámbitos de mi vida. Tu manera de hacer filosofía ha sido una gran influencia para mí. Desde que conocí tu obra en general me enamoré de tu manera de escribir, de tu arrojo para enfrentarte al mundo. Siempre he admirado a las personas arrojadas que van hacia adelante y que rompen los esquemas de lo preestablecido en la sociedad. Los filósofos estamos aquí  para proponer  teorías vanguardistas y darle voz a todos aquellos que tengan algo valioso que decir o bien llegarle a las personas que pudieran sentirse identificadas con nosotros. Espero que algún día leas esta carta que redacto con toda la humildad de una persona cuyo camino en la filosofía es incipiente, pero voy dando pasos  firmes para afianzarme como un filósofo que  tiene muchas cosas aún por decir.

Sin más por el momento me despido  de ti enviándote un cordial saludo.

ATTE: Ángel Celedonio Serrato.  

Bibliografía

Preciado B.(2008).Testo yonqui. Madrid: Espasa Calpe

Preciado P. (2020). Yo soy ese monstruo que os habla. Barcelona: Anagrama.


* Ángel Celedonio Serrato es estudiante de la Licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). “Carta de un disminuido a un monstruo” es el ensayo que presenta para certificar el Seminario de Filosofía y Género, impartido por Roxana Rodríguez Ortiz.


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