Por Ana Laura Quezada Zamora*

El peligro por el que estamos atravesando se debe a que vivimos en una época en donde los símbolos se han derrumbado, en donde la pandemia nos demostró que somos autoinmunes a los cambios que se llegan a presentar en la rutina; temiendo a la muerte y dándonos de la protección que el otro me brinda. Sin duda, la pandemia fue un suceso que nos hizo cambiar nuestra rutina.

Hemos notado que ahora, después de tres años, la pandemia solo fue una pausa en nuestra vida porque algunas personas no recuerdan que hicieron en el tiempo de confinamiento. En nuestro entorno, a pesar de la crisis global, ahora vivimos con el temor de que vuelva a pasar un desastre natural, del que no tenemos ni la más mínima prevención porque el humano sólo demuestra su preocupación por la obtención de riqueza, a costa de la naturaleza, explotando todo lo que está a su alrededor para el bienestar de las personas, pero que alimenta al tecnocapitalismo.

¿Cómo podemos escribir de un suceso, sin saber muy bien cómo comenzó todo y cómo cambió la relación que teníamos colectivamente o incluso la qué nos aisló? Me hace pensar que un virus es capaz de guardar a una población entera, por la potencia que posee y que nos demuestra lo frágiles que somos.

Un ejemplo de ello se dio en mi periferia, en donde los paisajes de nopaleras son un distintivo para el pueblo, pero a raíz de la pandemia ya no se tuvo la misma perseverancia en el cuidado y producción del nopal porque muchos, por el temor a contagiarse, optaron por resguardarse, mientras que a quienes siguieron con su rutina se les otorgó un préstamo para que pudieran cosechar el nopal y evitar así que se perdiera el paisaje y empeorara la economía.

Los y las milpaltenses han logrado restablecer los paisajes que fueron arrebatados por un momento ya que nadie se arriesgaba a salir sin importar que su entorno se estuviera devastando poco a poco por otro tipo de virus: la gentrificación.

Los paisajes de Milpa Alta son estéticos y no están exentos de la devastación que se ha producido en las últimas décadas, ya que las personas hemos dañado gradualmente al ecosistema de Milpa Alta porque construimos en áreas de zona federal que están en resguardo por el tipo de suelo, en donde nacen frutos o árboles que están en peligro de desaparecer, como lo son las plantas medicinales.

El campo tiene su complejidad. Si se deforesta la zona (es decir se quema) tarda cierto tiempo en que la tierra pueda estar fértil para poder sembrar. Otro ejemplo se refiere a que ciertas especies comestibles, después de ser cortadas, ya nos sirven para su consumo porque se vuelven acedos (agrios) o incluso venenosos, como cierto tipo de hongos. En el nopal, por su parte, con las llamadas “podas de rejuvenecimiento”, que consisten en cortar la penca del nopal, se produce un nuevo brote, lo que me lleva a afirmar que es todo un arte el poder plantar. Además de las nopaleras, que son un distintivo para el pueblo de Milpa Alta, también existe la producción de plantas de temporada (suculentas, noche buena, cempasúchil, alcatraz, rosas y orquídeas)

Recuperando la propuesta de Tsing, en donde el matsutake puede florecer en áreas que han sido deforestadas, dándonos cuenta de que puede renacer la vida después de la muerte y, relacionándolo con Milpa Alta, quizá nosotras no tenemos la misma suerte, por lo que debemos empezar a cuestionarnos ¿qué estamos haciendo con nuestro entorno?

Tenemos que empezar a cuestionar todo lo que está a nuestro alrededor, con el fin de no quedarnos con las consecuencias que hemos atravesado a lo largo de nuestra existencia; no podemos cambiar el mundo de un día a otro, es difícil y no será posible si se actúa solo, somos un virus para la naturaleza porque la hemos devastado por nuestro ego, arrogancia, ya que no imaginamos que se les deja a las generaciones futuras; puede que ellos actúen diferente y pueda presentarse una regeneración y así darnos cuenta que nosotros somos quienes nos vamos a destruir, no hay cambios no soluciones, solo reflexión sobre qué estamos haciendo mal en nuestro mundo.


*Ana Laura Quezada Zamora es estudiante de la Licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas en la UACM-SLT. “Paisaje de la nopalera en Milpa Alta”, ensayo escrito para certificar el seminario de Filosofía de la ecología, impartido por Roxana Rodríguez Ortiz, semestre 2023-1. 


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