Pensar más allá del Antropoceno.

Por Eduardo Dian Calderón Hernández*

Desde el duelo de un nombre que está en mí interior, que va desapareciendo poco a poco, me reconcilio con todos los nombres que había soñado en mi niñez, antes de haber iniciado mi transición y tras haber elegido mi nombre me siento libre.

Cuando me miro al espejo y lo digo en voz alta tengo una sensación de satisfacción. Proceder con los cambios hormonales es una salida, un túnel de libertad de otro mundo en el que por completo me había olvidado de mi sentir. No olvido mi nombre anterior porque deseo conservarlo cada vez menos dentro de mí libertad. “La libertad, como ese nuevo nombre por el que ahora me conocen, o este nuevo rostro vagamente hirsuto que ven ante ustedes, no te la da nadie, se fabrica”. (Preciado, 2019, pág. 30). Es por ello que la fabricación del nombre- libertad se consigue tras un umbral que no es meramente el reconocimiento de identidad ante la multitud.

He nacido por segunda vez, con un sistema administrativo de Estado, por ello seguiré luchando a pesar de la historia que hay detrás de mí transición y seguiré por proyectarme en  nuevas experiencias. Como hombre trans soy mirado por otros hombres y lo que he aprendido estos meses es a no sonrojarme ni sentir intimidación por ellos cuando me miran fijamente.

Cuando voy al sanitario lo primero que percibo son las simbologías de género, por lo que no temo decidir. Me siento por un momento seguro estando a solas y, a la vez, siento el miedo de que alguien pueda agredirme estando allí. Sentir por un momento pánico estando en un lugar cerrado me genera inseguridad por momentos porque  las miradas y los murmullos están además en espacios públicos. Por dentro me río por lo que mi corporalidad puede ocasionar y salgo con seguridad de allí.

La T puede hacer de mí lo que anhelo, pero no puedo hacer que se vuelva una dosis incontrolable dentro de mí corporalidad. Por ello estoy seguro que los primeros meses en testosterona producirán cambios físicos y hormonales; en cuanto a mí voz, desconocida que se esconde por dentro. Cuando salga esa voz me sorprenderé por escucharla por primera vez.

Mi cuerpo trans existe, como realidad material, como entramado de deseos y prácticas, y su inexistente existencia pone todo en jaque: la nación, el juzgado, el archivo, el mapa, el documento, la familia, la ley, el libro, el centro de internamiento, la psiquiatría, la frontera, la ciencia, Dios. Mi cuerpo trans existe.

(Preciado, 2019, pág. 218)

Una deconstrucción es un salto sin frontera, una forma de vida fabricada hacia la libertad. Por ello, estoy convencido que la sexualidad se construye por una industria farmacológica, y en parte por instituciones legales.

Los documentos que se modificaron legalmente fueron el cruce de la frontera. Una transición de un nuevo cuerpo es la que se lleva a cabo desde la feminidad a la masculinidad, es un entramado de deseos y prácticas que pongo en juego dentro del Estado. “Llevando a cabo un acto de idealismo político científico, médicos y jueces niegan la realidad de mi cuerpo trans para poder seguir afirmando la verdad del régimen sexual binario” (Preciado, 2019, pág. 216). 

Los médicos y jueces se niegan a lo desconocido, les causa pavor si se trata de un cuerpo trans, reafirman que el régimen sexual es un binarismo, cuando en realidad se va reivindicando con nuevos cambios en la política científica. 

Eduardo Dian Calderón Hernández

El tocar que hace la T con mi psique desde el Body-men es la dosis diagnosticada. Una inyección que alivia el padecimiento con un ligero piquete. Mis emociones no se afectan, solo lo físico: mi piel se abochorna y hace que el sudor se haga un poco ácido y tenga aún más calor de lo normal. La testosterona se mezcla con mi sangre, un proceso que se da poco a poco, a medida que está haciendo su función en mi Body-men.

La testosterona corresponde, junto con la oxitócina, la serotonina, la codeína, la cortisona, el estrógeno, el Omeoprazol, etc., al conjunto de moléculas disponibles hoy para fabricar la subjetividad y sus afectos.

(Preciado, 2008, pág. 89).

Ser tocado por la T es como estar en un viaje indefinible sin final pero con una partida de inicio en cuanto sé que cambiaré con el paso del tiempo. Estoy descubriendo ciertos rasgos físicos de mi masculinidad, observo mi propia fabricación incluso dentro de mi psyché.

La psique es tan maquiladora que produce una escena de imágenes reproductoras en mi mente como si fuera una película. No tiene el sentido de ella misma, que es tanto como decir que no tiene sentido de ella misma, es tanto como decir que sin duda tampoco sentido. Y el soporte insensato, tanto como insensible, de ese subjetil que no sabe y no ve nada a su propio respecto se les vuelve casi insoportable.

(Derrida, 2000, pág. 37)

El tocamiento de mi propio cuerpo es imaginario, sin necesidad que yo mismo me toque. La imaginación es tan inmensa que no hay lugar para atravesar la psyché que se reproduce una y otra vez en mi interioridad estando despierto o dormido. Sin duda alguna está conmigo y forma parte de mí cuerpo en todas mis extremidades y yo mismo interactuó con ella tras entrar con mis sentidos.

La visión de mí cuerpo con la T del Body-men me resulta intolerable y la relación con ella no es una visión de tocamiento ni sabor, no se siente, no tiene sentido no ver: nada en mí cuerpo extenso se vuelve insoportable.

Bibliografía

Derrida, J. (2000). El tocar, Jean-Luc Nancy. Amorrortu.

Preciado, P. (2008). Testo Yonqui. Anagrama.

Preciado, P. (2019). Un departamento en Urano. Anagrama.

Preciado, P. (2019). Yo soy el monstruo que os habla. Anagrama.


* Eduardo Dian Calderón Hernández es estudiante de la Licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). “La T del Body-Men” es el ensayo que presenta para certificar el Seminario de Filosofía y Género, impartido por Roxana Rodríguez Ortiz.


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